Página 23 - El principito

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—¡Buenos días! —dijo el principito.
—¡Buenos días! —dijo la flor.
—¿Dónde están los hombres? —preguntó cortésmente el principito.
La flor, un día, había visto pasar una caravana.
—¿Los hombres? No existen más que seis o siete, me parece. Los he visto hace ya años y
nunca se sabe dónde encontrarlos. El viento los pasea. Les faltan las raíces. Esto les molesta.
—Adiós —dijo el principito.
—Adiós —dijo la flor.
XIX
El principito escaló hasta la cima de una alta montaña. Las únicas montañas que él había
conocido eran los tres volcanes que le llegaban a la rodilla. El volcán extinguido lo utilizaba como
taburete. "Desde una montaña tan alta como ésta, se había dicho, podré ver todo el planeta y a todos los
hombres..." Pero no alcanzó a ver más que algunas puntas de rocas.
—¡Buenos días! —exclamó el principito al acaso.
—¡Buenos días! ¡Buenos días! ¡Buenos días! —respondió el eco.
—¿Quién eres tú? —preguntó el principito.
—¿Quién eres tú?... ¿Quién eres tú?... ¿Quién eres tú?... —contestó el eco.
—Sed mis amigos, estoy solo —dijo el principito.
—Estoy solo... estoy solo... estoy solo... —repitió el eco.
"¡Qué planeta más raro! —pensó entonces el principito—, es seco, puntiagudo y salado. Y los
hombres carecen de imaginación; no hacen más que repetir lo que se les dice... En mi tierra tenía una
flor: hablaba siempre la primera... "
XX
Pero sucedió que el principito, habiendo atravesado arenas, rocas y nieves, descubrió finalmente
un camino. Y los caminos llevan siempre a la morada de los hombres.
—¡Buenos días! —dijo.
Era un jardín cuajado de rosas.
—¡Buenos días! —dijeran las rosas.
El principito las miró. ¡Todas se parecían tanto a su flor!
—¿Quiénes son ustedes? —les preguntó estupefacto.
—Somos las rosas —respondieron éstas.
—¡Ah! —exclamó el principito.
Y se sintió muy desgraciado. Su flor le había dicho que era la única de su especie en todo el
universo. ¡Y ahora tenía ante sus ojos más de cinco mil todas semejantes, en un solo jardín!
Si ella viese todo es to, se decía el principito, se sentiría vejada, tosería muchísimo y simularía
morir para escapar al ridículo. Y yo tendría que fingirle cuidados, pues sería capaz de dejarse morir
verdaderamente para humillarme a mí también... "