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—¿Qué quieres decir? —Cuando por las noches mires al cielo, al pensar que en una de aquellas
estrellas estoy yo riendo, será para ti como si todas las estrellas riesen. ¡Tú sólo tendrás estrellas que
saben reír!
Y rió nuevamente.
—Cuando te hayas consolado (siempre se consuela uno) estarás contento de haberme conocido.
Serás mi amigo y tendrás ganas de reír conmigo. Algunas veces abrirás tu ventana sólo por placer y tus
amigos quedarán asombrados de verte reír mirando al cielo. Tú les explicarás: "Las estrellas me hacen
reír siempre". Ellos te creerán loco. Y yo te habré jugado una mala pasada...
Y se rió otra vez.
—Será como si en vez de estrellas, te hubiese dado multitud de cascabelitos que saben reír...
Una vez más dejó oír su risa y luego se puso serio.
—Esta noche ¿sabes? no vengas...
—No te dejaré.
—Pareceré enfermo... Parecerá un poco que me muero... es así. ¡No vale la pena que vengas a
ver eso...!
—No te dejaré.
Pero estaba preocupado.
—Te digo esto por la serpiente; no debe morderte. Las serpientes son malas. A veces muerden
por gusto...
—He dicho que no te dejaré.
Pero algo lo tranquilizó.
—Bien es verdad que no tienen veneno para la segunda mordedura...
Aquella noche no lo vi ponerse en camino. Cuando le alcancé marchaba con paso rápido y
decidido y me dijo solamente:
—¡Ah, estás ahí!
Me cogió de la mano y todavía se atormentó:
—Has hecho mal. Tendrás pena. Parecerá que estoy muerto, pero no es verdad.
Yo me callaba.
—¿Comprendes? Es demasiado lejos y no puedo llevar este cuerpo que pesa demasiado.
Seguí callado.
—Será como una corteza vieja que se abandona. No son nada tristes las viejas cortezas...
Yo me callaba. El principito perdió un poco de ánimo. Pero hizo un esfuerzo y dijo:
—Será agradable ¿sabes? Yo miraré también las estrellas. Todas serán pozos con roldana
herrumbrosa. Todas las estrellas me darán de beber.
Yo me callaba.
—¡Será tan divertido! Tú tendrás quinientos millones de cascabeles y yo quinientos millones de
fuentes...
El principito se calló también; estaba llorando.
—Es allí; déjame ir solo.
Se sentó porque tenía miedo. Dijo aún: