Por un instante,
TEMIERON
haber vuelto
atrás, pero luego vieron que el nuevo espacio
tenía cuatro aberturas en vez de tres. Además, las
paredes tenían decoraciones muy
senci l las
y no
había ningún jeroglífico.
—Cuatro pasillos, como los cuatro meses de cada
estación
egipcia
—reflexionó Violet y obser-
vó con atención ambos lados de las puertas—.
Pero aquí no hay nada escrito…
Mientras, sus amigas observaban palmo a pal-
mo las paredes, en busca de alguna pista. De
repente…
El grito de Pamela los sobresaltó a todos.
—¡¿Qué pasa?! ¿Qué has visto? —
farfulló
Chis-
pa, asustado.
Pam señaló hacia el suelo y balbuceó:
—Un… un…
¡bicharraco!
E
N EL
LABERINTO