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—¡Ni hablar! —replicó Pam, que había vuelto
—. Has sido la mejor y tienes derecho
a ver el tesoro antes que nadie.
Las demás estaban de acuerdo: de no haber sido
por Violet, no habrían podido mover la
pie-
dra
que obstaculizaba el acceso.
—Ponte entre Pam y yo —propuso Nicky—. Te
cogeremos
de la mano, vigilaremos tus pasos y
tú podrás mantener los ojos cerrados, sin
MI-
RAR
hacia abajo.
Gracias al apoyo de sus amigas, Violet recorrió el
puente sin mirar ni una sola vez hacia abajo. Tras
cruzar la pasarela, las chicas y el profesor Chispa
CORRIERON
hasta el final del pasillo.
El pasadizo era bajo y oscuro, pero las antorchas
lo
bien.
Al final del recorrido, los seis se vieron inmersos
en una nube de polvo dorado…
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L
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ESORO
DEL
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