Mientras recobraban el
aliento
y respiraban
el aire fresco del alba, observaban los
movi-
mientos
de los ladrones. Se habían organizado
muy bien para sacar el inmenso
tesoro
del
escondite subterráneo.
Pamela señaló una furgoneta situada muy cerca y
susurró:
—Podemos
huir
en ella.
—Nos cogerían. No tenemos la llave para arran-
carla —dijo Chispa negando con la cabeza.
—De eso me encargo yo, profe. Mi hermano
Sam, que es
mecánico
, me ha enseñado un
montón de cosas útiles.
Chispa la miró con aire interrogativo y Paulina
confirmó:
—No hay motor en el mundo que pueda resistír-
sele a
Pam
.
Fue cuestión de pocos minutos.
Pamela manipuló en silencio el motor de la furgo-
neta, y pronto se oyó el ruido:
R
U
O
O
N
N
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N
NN
H
UIDA
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