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Pamela soltó el volante con un suspiro:
—Bueno, al menos lo hemos intentado…
A los pocos instantes, los saqueadores los alcan-
zaron.
Toprat gritó, arrastrando a las chicas y al profesor
fuera del vehículo:
—¡BAJAD DE LA FURGONETA!
¡LAS MANOS
EN LA CABEZA!
¡AHORA OS DARÉ VUESTRO
MERECIDO!
¡NO SOIS MÁS QUE QUESITOS
PODRIDOS!
¡
Q
UIETOS
TODOS!