—Por favor, chicas, ayudadme con todo esto —pi-
dió—. Tenemos que salir de aquí antes de que
nos
atropellen
los visitantes. —Le
tendió su bolsa a Colette y añadió—: ¿Me la
guardas hasta que salgamos? Yo os
guiaré
hasta la salida.
Las chicas del Club de Tea lo siguieron, cuidando
de no perderse en el
laberinto
de pilares,
columnas, estatuas gigantescas y paredes derrum-
badas.
Cuando llegaron a un largo pasillo, el profesor
las apremió:
—¡Rápido, chicas! Estamos a punto de llegar a la
gran sala
hipóstila
.
Entonces aceleró el paso y las dejó atrás. Las chi-
cas habrían preferido detenerse a admirar los de-
talles, pero tuvieron que darse prisa para
AL-
CANZARLO
.
—¡¿Por qué va tan rápido?! —le susurró Colette
a Nicky.
E
n el laberinto
de
K
arnak