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Un día Serafín, un niño de 16 años fue a ver al circo y lo
encontró más fome que las historias que le contaba su
papá, este chiquillo era muy risueño y divertido y ni así
podían sacarle ni una sola risa más que sea chiquitita.
Después Serafín fue otra vez al circo y esta vez no quiso
ver la actuación y pasó directamente a la oficina del dueño
del circo, saben ustedes lo que le dijo, bueno le dijo que él
no era tan bueno para hacer reír pero seguro lo hacía mejor
que todos los demás, al dueño del circo el Sr. Pancracio le
gustó su seguridad aparte no perdía nada con intentarlo.
Al día siguiente ya estaban los carteles de Serafín y al ver
a Serafín, un payaso nuevo la gente quiso ver que tan
bueno o tan malo era, al llegar el turno de la actuación de
Serafín lo primero que hizo fue salir a cantarle feliz
cumpleaños a Pancracio y le tiró la torta en la cara y lo
que quedó se lo metió dentro de la camisa, a Pancracio no
le gusto nada pero a la gente sí.
Todas las noches Serafín hacia algo nuevo, no sé cómo
porque ni siquiera ensayaba.
El saber esto el ex payaso honorario de ese circo de ese
circo se sintió celoso y quiso volver a trabajar. Por
supuesto Pancracio no lo permitió así es que Andrés que
así se llamaba, fue a buscar empleo a el circo “los
traviesos” y ahí lo recibieron sin ninguna duda, desde ese
día Serafín empezó a practicar porque a él no le gustaba
perder tampoco nunca lo hacía.
Un día Andrés hirviendo de pura envidia y vergüenza se
metió a la carpa de “Los Mejores” que era el circo en
donde trabajaba Serafín, y dejo a medio cortar las cuerdas
del trapecio y lo dejoó que caía, al día siguiente la gente
vio que se cayeron los trapecistas y lo fueron a ver al
hospital por el golpe fue muy fuerte y en su lugar pusieron
a el payaso Serafín y desde ese día todas las personas iban
a ver a Serafín al circo “Los traviesos”.