pas, lo del suelo y se lo acercó a un palmo
de la nariz:
—¡Recuerda las buenas maneras,
señorito
!
—¡Suéltalo, Toprat! —ordenó Dunya. Después
se dirigió de nuevo a Chispa, esta vez en tono
—: Eres injusto conmigo, Bart.
Soy la única que cree en tu teoría. De no ser así,
no estaríamos aquí, ¿no crees?
Y sonrió, pero con una sonrisa tan
COR-
TANTE
que las chicas del Club de Tea se
estremecieron.
Era increíble: ¡ahora Dunya parecía otra!
—Llevo muchos años siguiendo al
ENGREÍDO
de Ratterson —prosiguió—. ¿Y qué he consegui-
do?
¡Nada!
Estaba a un paso del Tesoro del Sol,
pero ahora se obstina en excavar en ese lugar y
ahí sólo hay trastos.
—¡Te equivocas! —saltó Chispa—. Ratterson es
un
gran
egiptólogo. En cambio, ¡tú y tu banda
no sois más que
ladrones
! ¡Unos saqueadores!
levantó
S
AQUEADORES
S
AQUEADORES