—¡Por mil
motores
motorizados! ¡Y por
mil aceleradores desacelerados! ¡Vamos en pri-
mera posición! —gritó Pamela, que fue la prime-
ra en ver la
sorprendente
pasarela. Enton-
ces, abrazó a Violet y la levantó del suelo—: ¡Has
dado en el clavo! ¡Eres un genio, hermana!
En ese instante, en el campamento de las excava-
ciones, Dunya también
de emoción:
—¡Por fin! ¡Lo hemos conseguido! ¡Vayamos
CORRIENDO
a por el tesoro!
E
L MISTERIO
DE LA RUEDA