—Lo veo en
espléndida
forma, profe —le dijo
Colette, con admiración.
—Un par de días en el desierto y vosotras tam-
bién os pondréis morenas —rió el profesor,
azo-
rado
, y las guió hasta la salida del aeropuerto.
Las chicas esperaban ir en seguida al lugar de las
excavaciones
, pero Chispa llamó a dos
carruajes
.
—¡Tengo una sorpresa
para vosotras! —excla-
mó—. Ésta es la mejor
hora para contemplar
la belleza de Luxor.
Gracias a un permiso
especial, estos carrua-
jes, que normalmente
sólo llevan a los turis-
tas hasta la entrada del
templo, nos darán una
vuelta completa.
I
ncursión
en el pasado