ayuda a chicos discapacitados donde colaboro. Le encantó conocer a mis
amigos Fermín y Quiteria.
El Domingo de Pascua la llevamos a ver La Bajada del Ángel, una fiesta de
mi pueblo muy antigua. Tiene más de tres siglos.
Carlota se quedó de piedra cuando un niñito, vestido de serafín y suspendido
a gran altura en una larga maroma movida por un torno, cruzaba como un
rayo la plaza de los Fueros hasta llegar a la Virgen. María lleva la cabeza
tapada por un velo negro en señal del inmenso dolor que siente ante la
muerte de Jesús. Es muy emotivo cuando llega el Ángel y le quita el velo
porque es un símbolo de la tremenda alegría que supone para la Virgen
saber que su hijo ha resucitado. Entonces, todos los que llenamos la plaza a
rebosar, aplaudimos y damos vítores.
—¡Qué emocionante! —se entusiasmó Carlota.
—Sí, le tenemos mucha devoción a esta costumbre tan antigua. Para los
niños de Tudela es todo un honor representar al Ángel.
También la llevamos un día a ver los patos del río Urola, en Azkoitia, donde
vive nuestra amama Benita, que es vasca. Mi hermana Julene se pasa horas
contemplándolos, les lleva una cestita llena de pan. Carlota quedó encantada
con Zuri, el gatito de mi tía, que es tan blanco como su nombre.
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