tanero. ¡Ocultaban una estrecha galería que
penetraba en el subsuelo del templo!
Al fondo de la galería, vi brillar dos ojos ama-
rillos. ¡Era una enorme serpiente boa que cus-
todiaba un rubí
c ent e l l e ant e
!
Uistití emitió un silbido:
Me pareció que debía de ser una especie de
contraseña, porque la serpiente silbó en res-
puesta:
Entonces se deslizó
obediente
hacia ella y le en-
tregó el Rubí de Fuego.
Uistití nos lo mostró: era idéntico a la otra
piedra, pero mucho más brillante.
—Ésta es la verdadera guardiana… ¡y éste es
el verdadero Rubí!
—P-pero ¿cómo es posible? —balbuceé.
Uistití nos explicó:
—El Rubí de Fuego pertenece a
nuestro pueblo desde hace mile-
¡
S
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L
A
VERDADERA
GUARDIANA DEL
R
UBÍ