mirada aviesa con sus ojillos de crustáceo, dio
un salto (¡sí, un salto, os lo aseguro!) hacia mí
y me pellizcó la cola con sus pinzas:
—¡C
LAC-CLAC
!
Benjamín corrió a ayudarme:
—Tío, tío, ¿te has hecho daño?
Mientras me desmayaba, murmuré:
—Ahora ya puedo explicarte por qué se llaman
clac-clac…
—
¡
A
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
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y
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y
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y
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y
y
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y
y
y
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y
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y
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y
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y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
y
!
¡¡¡C
LAC
-
CLAC
!!!