Di un salto en vertical de un
metro y medio como míni-
mo… ¡qué canguelo!
Oí un ruido seco.
Esta vez eran mandíbulas
enormes: ¡de
COCODRILO
!
Di un paso atrás por el sen-
dero, pero ella me avisó:
—¡Cuidado con
COLA-QUE-
PINCHA
y con
LIANA-QUE-
AHOGA
!
Miré a mi alrededor.
No vi nada.
Nada de nada.
Nada de nada de
nada.
S
O
C
O
R
R
O
O
O
O
O
O
O
!