s
u
s
p
i
r
ó
a
l
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v
i
a
d
a
¡No sabía qué eran los mordikky, pero sabía
muy bien qué eran las pirañas!
justo cuando ellas intentaban
la cola a mordiscos.
Oí cómo chasqueaban sus pequeñas mandíbu-
las afiladas.
—¡Sñik!
Uistití
suspiró
aliviada.
—Extranjero, ¿no sientes aprecio por tu cola?
Yo me estaba enjugando el sudor frío de los
bigotes. Me
temblaban
tanto las piernas
que decidí sentarme en un tronco.
Pero ella gritó:
S
a
l
t
é
f
u
e
r
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d
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l
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í
o
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n
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—
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M
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N
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G
R
O
!
¡C
UIDADO
CON
LOS MORDIKKY
!