Yo estaba atónito.
—¿La Casa de los Espíritus Aulladores?
Atahualpa nos explicó en voz baja:
—Tenemos un secreto. ¡Somos los últimos des-
cendientes del pueblo inca, que hace miles de
años regía un vasto y poderoso imperio!
Suspiró.
—Antes de que
ELLOS
nos expulsaran, vivía-
mos en el corazón de la selva, en una aldea
que rodeaba la Casa de los Espíritus Aullado-
res… el
Templo
del
Rubi'
de
Fuego!
La chica se
a los pies de Atahualpa.
—Padre, permíteme que los acompañe. ¡Estoy
dispuesta a arriesgar mi vida para que mi pue-
blo se libere para siempre del
MIEDO
!
—Valerosa hija mía, te doy mi permiso.
¡ Sé
cauta como la serpiente, si lenciosa como
la mariposa… pero sobre todo, sé astuta
como la mona!
—le dijo mientras la abrazaba.
a
r
r
o
j
ó
¡S
É
CAUTA
COMO
LA
SERPIENTE
!