¡S
É
CAUTA
COMO
LA
SERPIENTE
!
A la mañana siguiente, fui a ver a Atahualpa.
—¿Por qué no nos habíais hablado de esos cana-
llas? ¡Hubiéramos podido ayudaros!
—Nadie puede ayudarnos.
¡
Ellos
amenazaron con
quemar
nuestras cabañas!
—¡Avisaré a las autoridades
para que hagan arrestar a esos canallas!
—Oponerse es peligroso —dijo Atahualpa.
Uistití exclamó orgullosa:
—Los extranjeros tienen razón. Debemos de-
fender nuestras tradiciones y volver a la
CASA
DE LOS ESPi’ RITUS AULLADORES
, donde se ha-
llan las tumbas de nuestros antepasados.