Entonces llegaron
ELLOS
… y tuvimos que
marcharnos.
Nos acercamos a rastras, ocultos en la
sombra
.
Mandrillau estaba explicando:
—Mañana derribaremos todos los árboles que
rodean el templo. ¡Los
ÁRBOLES
de esa zona
son muy apreciados, los venderemos a precio de
oro! ¡Debemos trabajar de prisa, quiero talar ki-
lómetros y kilómetros y kilómetros de selva!
—¿Y el pueblo de Atahualpa, Jefe? ¿Qué hará
al respecto? —trató de objetar Veneno.
Mandrillau gritó al instante:
—¡Los desterraremos muy lejos! ¡Peor para ellos!
Congrio se rió a carcajadas.
—Ya les diré yo que se vayan a otra parte, Jefe.
¡Verás cómo corren! Basta con que lo ordenes,
y yo, los despachurro. ¿Quieres que despachu-
rre a alguien más, Jefe? ¿A quién tengo que
despachurrar, Jefe?
¿A
QUIÉN
TENGO
QUE DESPACHURRAR
…?