¡A
RRIBA
LAS
PATAS
!
Oímos pasos a nuestras espaldas y una voz
que gritaba:
—¡Arriba las patas!
Nos volvimos: eran Mandrillau y sus ayudan-
tes. ¡No habían visto el petróleo brotando del
pozo! Veneno le susurró algo a Mandrillau.
Éste irguió las orejas y lo escuchó atentamente:
—
Psssst,
Jefe,
ésa es Uistití,
la hija de Atahualpa
.
¡Tomémosla como rehén! ¡Así obligaremos a
su padre a obedecernos!
Mandrillau masculló:
—Hum, me parece una buena idea,
aunque yo
ya lo había pensado antes.
Congrio nos miró con aire amenazador.