Un día, cuando volvió
Arturo, Clementina le dijo:
“Me gustaría tener una
Flauta. Aprendería a
Tocarla, inventaría canciones,
Y eso me entretendría.”
Pero a Arturo esta idea le
pareció absurda:
“¡TÚ! ¿Tocar la flauta, tú?
¡Si ni siquiera distingues
Las notas! Eres incapaz de
Aprender. No tienes oído.”