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temblorosa que él adivinó sin esfuerzo todo lo
que había pasado.
—¿Y por qué —le dijo— la llave del gabinete no
está con las demás?
—Tengo que haberla dejado arriba sobre mi mesa.
—No dejéis de dármela muy pronto. —Dijo Barba
Azul.
Después de aplazar la entrega varias veces, no
hubo más remedio que traer la llave.
Habiéndola examinado, Barba Azul dijo a su
mujer:
—¿Por qué hay sangre en esta
llave?
—No lo sé —respondió la pobre mujer, pálida
corno una muerta.