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Mientras tanto, Barba Azul, con un enorme
cuchillo en la mano, le gritaba con todas sus
fuerzas:
—Baja pronto o subiré.
—Espera un momento más,
por favor —respon-día su
mujer; y a continuación
exclamaba en voz baja —
Ana, hermana mía, ¿no ves
venir a nadie? Y la hermana Ana respondía:
—No veo más que el sol que resplandece y la
yerba que reverdece.
—Baja ya, gritaba Barba Azul, o yo subiré.
—Voy en seguida, —y luego suplicaba:
_Ana, hermana mía, ¿no ves venir a nadie?
—Veo una gran polvareda que viene de este lado.
— ¿Son mis hermanos?