Página 15 - Barba Azul

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— ¡Ay, hermana, no! es un rebaño de ovejas.
— ¿No piensas bajar? —gritaba Barba Azul.
—En un momento más —respondía su mujer; y
en seguida clamaba:
—Ana, hermana mía,
¿no ves venir a nadie?
—Veo a dos jinetes que
vienen hacia acá, pero
están
muy
lejos
todavía... ¡Alabado sea
Dios!,
—exclamó un instante
después— son mis
hermanos; les estoy
haciendo señas, tanto
como puedo, para que
se den prisa.