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entrada a un palacio impresionante y a sus preciosos jardines. Representa
un puesto de espárragos con su vendedora y una niña de tamaño natural. ¡Y
hasta con un perrito! No por nada Schwetzingen es el centro alemán, e
internacional, del espárrago blanco.
Un día que pasó por donde está la estatua, tuvo una idea genial. Pensó que
teníamos que llevar nuestros espárragos a la Spargelfest, la importante feria
del espárrago que se celebra en su ciudad todos los años. Así que nos
ofreció su ayuda y la de sus padres para inscribirnos, montar la caseta y
llenarla de flores, como acostumbran allí. Me dijo que su madre tenía muy
buen gusto para la decoración, que nuestro stand del Espárrago Blanco de
Navarra sería el mejor de la feria. Y que nos llevaríamos la Goldmedaille, que
es como el Óscar de los espárragos, y además tiene un premio en metálico
de veinticinco mil euros. Al oír esa cantidad, los ojos me hicieron chiribitas y
no tardé ni un segundo en contárselo a mis padres. ¡Lo que necesitábamos
para pagar las deudas! Y además, el prestigio y los contactos que nos traería
esa medalla de oro alemana.
Al momento nos contagiamos del sueño de Carlota y, sin dudarlo, nos
pusimos en marcha. Los espárragos habían salido perfectos, eran
blanquísimos y muy sabrosos. Y en cajas de madera, en perfecto orden
sobre hojas de helechos, iban a viajar a Schewetzingen. Todo estaba
preparado, todo iba sobre ruedas cuando ocurrió el accidente. Así que no
nos quedó otra alternativa, a mi madre y a mí, que cruzar Francia en la vieja
Volkswagen para presentar El Reynoceronte Blanco, nuestra marca, al
concurso.
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