antiguos. Pero bueno, tres mil euros y vuelve a ser tuya. Nos viene mejor. Si
no lo aceptas, venderemos también la mercancía, algo más conseguiremos.
—¡Tres mil euros! ¡Está loco! Oiga, cuide los espárragos, que se van a secar,
es importante que les ponga hielo picado. ¡Por favor!...
—¡Ajá! Así que es importante la mercancía, ¿no? Pues entonces sube el
precio. Digamos 5.000 euros, mocoso.
—Deje que hable con mi madre. No se vaya lejos. Y por favor, cuide los
espárragos o no hay trato.
Mi madre me miraba expectante. «A ver cómo vamos a conseguir ese
dinero», me dijo. Llamé a Carlota y, como era tan temprano, se puso su
padre. Me dio instrucciones y al momento llamé otra vez al ladrón.
—Oiga, mi madre está de acuerdo pero necesitamos tiempo, tenemos que ir
al pueblo a un cajero. Dentro de una hora nos vemos aquí, en la gasolinera,
en la explanada. Y le repito que cuide los espárragos, si les pasa algo no
habrá trato.
—Está bien, una hora. Pero te advierto que si noto algo sospechoso, te
descerrajo un tiro. Y nos comemos tus espárragos con papas. ¿Lo has oído
bien, mequetrefe? Así que nada de trucos. Te damos una hora. La furgoneta
no la verás hasta que me entregues el dinero. Cuando todo esté en orden, mi
amigo os la llevará a la gasolinera. ¿Entendido?
Lo entendí la mar de bien, ¡qué remedio! Y nos fuimos a la cafetería a
esperar.
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