cabeza abajo, colgado de
una liana. ¡Él también había caído
en una trampa de Uistití!
¿Y Veneno? ¿Dónde estaba
Veneno?
Había acabado
atrapado
en una
jaula de madera… ¡construida por Uistití!
Uistití sonrió.
—He seguido el consejo de mi padre.
«Sé cau-
ta como la serpiente, silenciosa como la mari-
posa… pero sobre todo, sé astuta como la
mona.»
Señaló un monito que saltaba ágil entre los ár-
boles.
—A esta especie de simios se los
llama titís, ¡de ahí viene mi
nombre!
S
e
b
a
l
a
n
c
e
a
b
a