CONSAGRACIÓN


36. Adoración al Sagrado Corazón

Corazón de Jesús,
quisiera ofrecerte en mi corazón un trono vivo,
digno de la majestad de tu gloria,
y sólo puedo presentarte un corazón                
coronado de miseria
destrozado de dolor.
Tú ves qué profundamente lastimada
gime mi alma.
Tú, mi Dios,
Tú, mi Padre,
Tú, mi Redentor;
Tú, que me das todos los días tu vida
para que no desfallezca la enferma vida mía;
Tú, que me das tu sangre,
para lavar las manchas
con que el pecado ennegreciera mi existencia.
No me dejes ser ingrato
a tus inefables beneficios.
Mi soberbia insulta tu humildad,
mi ira hiere tu mansedumbre,
mi ignorancia reta tu sabiduría,
mi egoísmo olvida
que sólo en la imitación de tu divino sacrificio   
está mi salvación.
Yo te pido que me inspires valor
para sacrificar todos mis gustos a tu gusto,       
todos mis afectos, todo mi ser a tu amor.
Dame fuerza en mi flaqueza,
luz en mis oscuridades,
prudencia en mis empresas,
perseverancia en todas las buenas obras.
 

37. Sumisión a Jesucristo

Jesús dulcísimo,
Tú ves mis pensamientos,
distingues mis deseos,
aquilatas mis afectos.
Tal como soy
me presento ante tu misericordia.
Lo que te ruego, Señor,
es que no permitas me engañe en mis juicios,
me extravíe en mis aspiraciones
ni la voluntad me ciegue en sus impulsos.
Quiero amarte más que a todas las cosas,        
porque Tú solo eres
mi bien absoluto,
mi dicha suprema,
mi gozo perfecto.
 

38. Reina siempre en mí

Divino Rey Jesús,
reinad en mi alma,
de manera que os adore siempre,
con todas mis potencias y sentidos,
a fin de que,
con mi buen ejemplo y fidelidad,
atraiga muchas almas
a la adoración de vuestra  Soberanía.
 

39. Oh Cristo, Amor

Cristo, Hermoso sobre toda  hermosura.
Noble sobre toda nobleza,
Sabio sobre toda sabiduría,
Bueno sobre todo bien,
de quien he recibido el ser,
la vida natural y sobrenatural
e innumerables pruebas de amor.
Para desarraigar de mí el amor propio,
te pido, Rey de amor,
que vivas Tú, no yo, en mí;
que pienses Tú, no yo, en mí;
que no haya más imagen que la tuya,
cada día más radiante en mí;
en una palabra:
que REINES de tal modo en mí
que, sin cesar, mis potencias y sentidos
rindan total, perpetuo y filial homenaje
a tu Soberanía.

40. Sin ti nada puedo

 Sin ti nada puedo, Soberano de mi corazón. 
Te invoco en este momento 
y en todos los instantes de mi vida.
No me dejes 
en mis combates ni en mis descansos. 
Todos mis pensamientos, 
mis afectos, 
mis actos, 
los dedico a ti 
y a ti quiero tenerlos dedicados eternamente.
Rodéame de tu luz, Rey celestial; 
inúndame con los torrentes de tu gracia. 
Borra en mí toda imagen, 
todo recuerdo de la tierra; 
que el resplandor de tu belleza 
hiera sin cesar mis ojos; 
que el aliento de tu Espíritu, 
perfume enteramente mi existencia; 
que te adore sin fin 
y sin fin cante tus alabanzas.
Oyeme; 
quiero vivir y morir 
en el Palacio Divino de tu Corazón.

41. Consagración al Sagrado Corazón

Corazón de Jesús, mi Bien, 
Víctima que te ofreces por nosotros 
en incesante sacrificio; 
Volcán de caridad infinita, 
Luz de las almas, 
Baluarte de todos los perseguidos, 
Fuente de salud para los enfermos, 
Vida y Resurrección 
de los que por el pecado caímos muertos. 
Aquí tienes mi corazón tibio, pobre.
Corazón sacratísimo, 
yo me ofrezco a ti y te suplico 
que destruyas mi amor propio, 
que laves todas mis manchas 
y me libres de todo lo que empañe el amor
con que me consagro a ti desde ahora.
Enciéndeme en el fuego de tu amor 
y, ardiendo en celo 
por el triunfo de tu Soberanía, 
concédeme encender millones de almas 
en tu amor.
Óyeme, 
acéptame, 
ilumíname, 
Sol divino de eterna glorificación.


       

  42. Acto de Consagración

Rey de majestad inmensa
y Sacerdote de infinita santificación,
Tú ves el deseo que tengo
de querer vivir y morir
consagrada enteramente a ti.
Tú solo eres mi inefable BIEN.
Te consagro mis pensamientos,
afectos, palabras y todas mis obras.
Porque soy tu creatura,
quiero que mi vida
sea un himno incesante de adoración a ti,
mi Creador.
Redimida por tu divino sacrificio
quiero vivir abrazada a tu cruz, mi Redentor.
Inscrita con tu sangre en tu Reino,
quiero aclamarte constantemente
como a mi Soberano,
y trabajar para que REINES cada día
obre mayor número de corazones,
atrayéndolos a tu corazón.
Vida, dulzura y esperanza mía,
Sé Tú siempre mi luz, mi paz, mi amparo, divino FORTALECEDOR mío.
 

43. Fortalece mi fidelidad

Señor, concédeme la gracia
e nunca separar mi voluntad de la tuya
y de trabajar, hasta el fin de mi vida,
en fortalecer mi fidelidad a tu Soberanía
y en atraer cuantas almas pueda hacia ti,
para que todos los redimidos
te adoremos temporal y eternamente.
 

44. Consagración de la Hija de Cristo

Yo me consagro a ti, Corazón de Jesús,
Reina siempre en mi corazón
y dame gracia
para que logre hacerte reinar
en el corazón de la infancia y de la juventud,     
abajar para que se consiga la santidad en la familia,
la conversión de la sociedad.
Acepta mi deseo de hacerte reinar en el corazón de todos los hombres.
 

45. Homenaje diario a Cristo Rey

Hija vuestra soy, Dios mío,
y a vuestro corazón real
hoy consagro, ofrezco y rindo,
alma, vida y libertad.
Gobernadme en este día,
Padre de inmensa bondad,
reinad en mi entendimiento
y en mi corazón reinad.
Y viviendo transformada
por vuestro amor celestial
en viva imagen sagrada
de vuestra divinidad,
Dadme que inflame las almas
para haceros adorar
y que el mundo entero os cante
VENCE Y REINA CRISTO YA
 

46. Acto de Consagración de la Hija de Cristo Rey

Yo soy de Cristo yo soy por Cristo,
yo soy para Cristo. Sí, soy y quiero ser eternamente vuestra.
Oh Jesús, mi Bien infinito,
desde el cielo vinisteis, Adorado  mío,
a la tierra y tomasteis naturaleza humana,
para consagraros totalmente a mi amor.
Desde la gruta de Belén
asta la roca del Calvario, me dedicasteis vuestro pensamiento,
vuestra palabra,
vuestro corazón y vuestra vida.
Inclemencias, pobreza, persecución. destierros,
angustias, desdenes, injurias, tormentos, 
la más dolorosa de las agonías y la más cruel de las muertes.
Nada os arredró para librarme
de las garras del infernal enemigo
y colocarme,
junto a vuestro corazón victorioso,
como vivo y amado trofeo de vuestra misericordia y valor.
¿Cómo podría, pues, yo,
sin ser la más ingrata de las criaturas
dejar de consagrarme perpetuamente a Vos,     
que me sacasteis de la nada,
que lavasteis mis numerosas llagas
con vuestra preciosa sangre,
que me ataviasteis con las más ricas galas         
para sentarme a vuestra real mesa,
donde Vos, que sois la gloria de los ángeles,     
os dais como pan de vida eterna?
Ante vuestra Sacramental presencia me postro,            
Padre, Rey y Redentor mío.
Padre, aquí tenéis a vuestra hija;
Rey, armadme de invencible valor,
para afianzar en mí
y en millones de espíritus
vuestra gloriosísima Soberanía;
Redentor, venid a tomar posesión
de la conquista de mi alma, a fin de que,
penetrada de los misterios de vuestra vida,
y embalsamada
con la fragancia de vuestra santidad,
os eleve un himno de adoración
de tan dulce y arrobadora armonía que llegue a unirse con el que os cantan
los ángeles y santos en vuestra Corte eterna.